viernes, 6 de enero de 2017

El lenguaje inclusivo y sus aberraciones

AntoniodlTL muestra las enormes aberraciones del lenguaje inclusivo, fruto de la creciente dictadura de lo políticamente correcto que la progresía se esfuerza en imponer. 


Artículo de El Diestro:



La pasada noche de fin de año, estuve viendo un programa de TVE en el que, el genial José Mota, hizo una extraordinaria parodia sobre lo que la actual progresía denomina “lenguaje inclusivo”, cursilada que no es otra cosa que una aberración lingüística en aras de la no menos aberrante ideología de “género”, que hasta en el nombre es un error, ya que el género no es sino un accidente gramatical, en su triple categoría de masculino, femenino o neutro, con su antigua variante epiceno, que realmente se refiere al sustantivo -persona, víctima- válido para individuos de ambos sexos independientemente del género gramatical. Remito a la consulta de cualquier libro de Gramática Española para ver más sobre el tema. 

Esta ‘forma de expresión’, que el bueno de Mota personificó en el ‘versátil y flexible’ Antonio Hernando, no es, a mi juicio, sino una absurda deformación del lenguaje sometido a la no menos penosa y artificial “corrección política” que se ha ido imponiendo -y lo que es peor, aceptando- en las últimas décadas tanto en el argot popular como en algunas instituciones, especialmente si los que hablan pertenecen a esa “progresía” de izquierdas -perdón por la redundancia-. 

Al ver el programa, me acordé de una carta que circuló por las redes sociales y correos electrónicos hace algún tiempo, y que guardé, en la que una veterana profesora se lamentaba de la degeneración de los nuevos planes de enseñanza, que no “educativos”, como decía ella -en muchos centros públicos ni enseñan ni, mucho menos, educan-. 

Decía esta profesora que “en castellano, existen los participios activos como derivados de los tiempos verbales” y ponía como ejemplos los de los verbos atacar, "atacante"; salir, "saliente"; cantar, "cantante" o existir, "existente". 

Añadía después el del “verbo ser, "ente" -que significa "el que tiene identidad" o, en definitiva, "el que es". Así, “cuando queremos nombrar a la persona con capacidad de ejercer la acción que expresa el verbo, se añade a éste la terminación ente". De ahí, explicaba, “al que preside, se le llama "presidente" y nunca "presidenta", independientemente del género -sexo, diría yo- (masculino o femenino) del que realiza la acción”. 

De manera análoga, se dice "capilla ardiente", no "ardienta"; "estudiante", no "estudianta"; "independiente", no "independienta"; "paciente", no “pacienta"; "dirigente", no dirigenta"; "residente", no "residenta”… 

Y se hacía esta pregunta: “nuestros políticos y muchos periodistas (hombres y mujeres, que los hombres que ejercen el periodismo no son "periodistos"), ¿hacen mal uso de la lengua por motivos ideológicos o por ignorancia de la Gramática de la Lengua Española?” Concluyendo que era “por las dos razones y que la ignorancia les lleva a aplicar patrones ideológicos y la misma aplicación automática de esos patrones ideológicos los hace más ignorantes (a ellos y a sus seguidores)”. Conclusión que comparto.

Proponía a continuación “pasar el mensaje a amigos y conocidos -lo que estoy haciendo de esta manera, aunque ya lo hice de la carta completa en su día-, en la esperanza de que llegue finalmente a esos ignorantes semovientes (no "ignorantas semovientas", aunque ocupen carteras ministeriales)”. 

Pero me pregunto yo siempre que por qué será que, ese modo de hablar “políticamente correcto”, que va calando en nuestro día a día, impuesto, como digo, por la “progresía” de izquierda, sólo pretende cambiar las terminaciones de los sustantivos comunes o epicenos que no acaban en “a”, terminación que, para este grupo, debe satisfacer suficientemente su ansia igualitaria y de protección para el supuesto sexo débil, que no género, aclaro. Recordemos aquella ‘genial’ intervención de su señoría tuvo aquella ministra de “Igual Da” del insigne Rodríguez, la inolvidable Señora Aído, cuando dijo aquello de “miembros y miembras” -¿hubiera dicho “señorío”, de haberse referido a un hombre?-. 

En esa misma línea de “preocupación”, nuestra querida maestra que inspira este artículo, nos dejaba un último párrafo en su carta, toda una “antología”, demostrando una exquisitez y educación propias de otros tiempos -ojo, no digo que todos los alumnos de los sistemas actuales sean poco exquisitos y maleducados, pero desgraciadamente abundan- en el que se lamentaba de “haber aguado la fiesta a un grupo de hombres que se habían asociado en defensa del ‘género’ y que habían firmado un manifiesto. Algunos de los firmantes eran: el dentisto, el poeto, el sindicalisto, el pediatro, el pianisto, el golfisto, el arreglisto, el funambulisto, el proyectisto, el turisto, el contratisto, el paisajisto, el taxisto, el artisto, el periodisto, el taxidermisto, el telefonisto, el masajisto, el gasisto, el trompetisto, el violinisto, el maquinisto, el electricisto, el oculisto, el policío del esquino y, sobre todo, ¡el machisto!” –faltan unos cuantos, pero no era cuestión de ponerlos todos-. Puede que hubiera también algún “feministo”, añado yo, pero no está comprobado. E, incluso, ya puestos, algún “separatisto, nacionalisto e independentisto”. 

Y remataba su escrito con una frase antológica: “Porque no es lo mismo ‘tener’ UN CARGO PÚBLICO que ‘ser’ UNA CARGA PÚBLICA". 

¡Feliz Año Nuevo, amigos! ¿O habría que decir ¡”Feliza Aña, amigas”!? ¿Suena mal, verdad? Pues eso. Ahí lo dejo, deseando a todos un año de parabienes y “parabienas”.

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