lunes, 14 de octubre de 2013

La bomba nuclear del FMI: una confiscación generalizada. (Política, Economía. 2.078)

Juan R. Rallo analiza la última sugerencia del intervencionista y antiliberal FMI, que ante el deterioro creciente de las cuentas públicas de los Estados Europeos, plantea "la conveniencia de aplicar un tributo extraordinario del 10% sobre la riqueza neta de los ciudadanos".

O lo que es lo mismo, un nuevo ROBO generalizado al ciudadano de manera masiva y a la fuerza. Y siquiera ello resolvería su problema de deuda.

Todo por mantener un ESTADO hipertrofiado y la burbuja estatal. Pero que siga la fiesta...


Artículo de Voz Pópuli:

"El FMI, esa dañina burocracia internacional que debería ser cerrada lo antes posible, alertó la semana pasada de los problemas de sostenibilidad de la deuda empresarial en España, Italia y Portugal. A juicio de este organismo, el apalancamiento de una parte de nuestras compañías sigue siendo demasiado elevado como para que puedan hacer frente holgadamente a sus obligaciones; debilidad financiera que a su vez continúa socavando la credibilidad y solvencia de sus principales acreedores, a saber, nuestros bancos.

​No tardó la prensa en aprovechar las críticas del FMI para repetir esa letanía tan recurrente durante los últimos años: los problemas de España se deben a su deuda privada, no a su deuda pública. Letanía que, con el paso de los años, ha ido volviéndose bastante menos certera: sí, la crisis se debió a una acumulación desproporcionada de deuda privada orquestada por ese monopolio público llamado banco central; y sí, todavía hoy nuestro sobreendeudamiento privado sigue siendo uno de los principales responsables de nuestro estancamiento; pero el problema del endeudamiento privado va siendo, año tras año, un problema comparativamente menor frente cada vez más explosivo problema del endeudamiento público.

Sin ir más lejos, a finales de 2008, el 48% de toda la deuda no financiera de España era deuda de empresas; el 34% era deuda de familias y sólo el 18% era deuda estatal. Desde entonces, empero, la situación ha cambiado de manera radical: la deuda de las empresas y familias se ha reducido en 325.000 millones de euros mientras que la del Estado se ha incrementado en 515.000 millones. Nótese, además, que se trata de deuda no financiera, es decir, deuda que no incluye la de los bancos (no es cierto, por tanto, que la deuda privada se haya reducido en tanto haya aumentado la deuda pública por efecto de los rescates). Así las cosas, en la actualidad la deuda empresarial representa un 36,3% del total, la familiar un 28,5% y la pública un 35,2%. Lo más preocupante, con todo, es que esta última sigue creciendo a velocidad de crucero, sin que se anticipe punto final alguno.

De hecho, la gravedad de la situación de nuestra deuda pública tampoco se le escapa al Fondo Monetario Internacional, quien en su último informe sobre fiscalidad no sólo constata “el marcado deterioro de las finanzas públicas” en muchos países europeos, sino que llega al extremo de plantearse la conveniencia de aplicar un tributo extraordinario del 10% sobre la riqueza neta de los ciudadanos. No es que el Fondo sea un decidido entusiasta de esta forma de robar a los ciudadanos, pero lo plantea como una legítima alternativa frente a otro robo –una elevada inflación– y frente a otro fraude –el repudio de la deuda–. Atraco a las tres.

Al final, empero, el Fondo sólo nos muestra su auténtico rostro, que no tiene nada que ver con el liberalismo –tal como brama el discurso intervencionista– sino con el estatismo radicalizado: el propósito último es subordinar el conjunto de la riqueza de los individuos a las necesidades financieras del Estado. No es que lo diga yo, es que lo reconoce con inquietante franqueza el ideólogo de este impuesto extraordinario y en el que se apoya el FMI, Stefen Bach: “Los elevados niveles de deuda pública deberían ser analizados en relación con los activos estatales y con la elevada deuda privada. Esto también sirve para los países en crisis.

La riqueza privada debería ser crecientemente utilizada para desactivar una crisis de deuda. Las familias con mayor riqueza y renta deberían ser reclutadas para refinanciar y reducir el volumen de deuda pública mediante préstamos forzosos y tributos sobre el capital”.

Al menos, la franqueza de Bach sirve para constatar algo que hemos venido repitiendo desde hace tiempo: la insostenible acumulación de deuda pública terminará con el saqueo de los ciudadanos. El propio Bach estima que la riqueza neta de los alemanes –aceptando un mínimo exento de 250.000 euros por persona, 100.000 euros por niño y cinco millones de euros por empresa– equivale al 92% del PIB de Alemania, de manera que un tributo del 10% apenas permitiría reducir la deuda pública total en un 9,2%. O dicho de otra manera, un impuesto tan brutal como el planteado por el FMI apenas serviría para financiar poco más de un año del déficit público español. Al ritmo que Rajoy está endeudando a España, necesitaríamos aplicar cada año una exacción extraordinaria del 10% sobre la riqueza del año base para evitar que nuestra deuda pública siguiera creciendo. Una completa locura, desde luego, pero una locura en la que estamos enfrascados desde 2009 con el entusiasta aplauso de la práctica totalidad de intervencionistas.

Al final, el FMI sólo viene a oficiar el levantamiento del cadáver; ese cadáver que entre todos han matado. La acumulación insostenible de deuda para sufragar los más variados despilfarros populistas y el inmanejable Estado de Bienestar europeo tiene, desde luego, muchos padres; la consiguiente emisión de su factura, bastantes menos. El FMI plantea abiertamente el robo sin pasamontañas como una opción legítima para costear la burbuja estatal que pocos en Europa abogamos por pinchar; pero no perdamos de vista que semejante robo hunde sus raíces en la masiva emisión de deuda pública que hoy Rajoy sigue perpetrando por negarse a recortar el gigantesco volumen de gasto público que nos atenaza. Causa-consecuencia: el gasto público no sale gratis. La rapiña tributaria de la riqueza privada es sólo una de las diversas opciones posibles para cuadrar las cuentas en ausencia de reducciones de gasto. Y ya les digo: todas las opciones posibles para hacer frente a la deuda, salvo la que pasa por una reducción enérgica del tamaño del sector público, son pésimas opciones. ¿Nos empecinaremos en abrazar el expolio futuro?"

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