jueves, 25 de octubre de 2012

La paradoja de Matrix y el regreso de Terminator. (Política, Economía. 953)


Efectivamente, lo que está ocurriendo va a traer consecuencias desagradables en el futuro, pero  las políticas que se están llevando a cabo , especialmente la monetaria van  en esa única dirección:

“The anomaly is systemic, creating fluctuations in even the most simplistic equations" Arquitecto a Neo, The Matrix Reloaded
“I’ll be back” Terminator T-800, The Terminator
El pasado 28 de junio acababa una cumbre de la zona euro que fue recibida como el nacimiento de la nueva Europa, el fin de todos los males, la vuelta a la lógica del crecimiento frente a la irracionalidad de la austeridad (que, por cierto, aquí no se veía por ningún lado, pero esa es otra historia). Recuerdo la alegría que mostraron la mayor parte de nuestros analistas políticos y económicos (ahí están la tuitoteca y eltimeline de cada uno)  por una “solución” que algunos agoreros no veíamos (mi estreno en El Confidencial fue precisamente planteando “algunas dudas razonables”). El lunes estuvo por aquí Nouriel Roubini y también él se mostró más optimista que lo que cabía esperar, viendo luz al final del túnel, como han recogido entre otras las entrevistas de Alberto Artero y Carlos Sánchez aquí o la de Pablo Rodríguez enEl Mundo.
Sin embargo, finalizada la cumbre de estos días pasados, se confirma que aquella interpretación del Himno de la Alegría estaba unas cuantas octavas por encima de la correcta. El pensamiento dominante impone su visión crítica de la maldad intrínseca de los centroeuropeos que aún mantienen la triple A: Holanda, Finlandia y, sobre todo, Alemania, aquel terrible Agente Smith de la película que, con sus gafas de sol, hacía lo imposible porque Neo no derrotase a Matrix. Curiosamente, lo que en esta versión llevan a cabo el Agente Smith y sus acólitos es un golpe contra Matrix. Una paradoja en toda regla, como ahora veremos.
La mera afirmación de Draghi de emplear la famosa bazucacalmó a los mercados. La posibilidad (descontada por todos los analistas, agencias de calificación y casi todos los economistas) de una intervención de nuestra economía ha relajado la deuda a niveles que, siendo insostenibles, son mejores que los de hace sólo unas semanas; esta una cuestión que Roubini aplaudió, aunque pidió algo más que palabras. Esa intervención será directa o no, pero el mero hecho de que el BCE compre un solo euro de deuda soberana española será la prueba del default, de nuestra incapacidad de hacer frente a nuestras responsabilidades.
Se ha destacado la defensa que el Presidente de la República Francesa, François Hollande, ha hecho de nuestros intereses. La tarde del 6 de mayo dije que la victoria de Hollande iba a ser celebrada especialmente en Génova, dado el cariz que iban tomando los acontecimientos patrios.  Conviene recordar que su Primer Ministro, Ayrault, ya declaró el pasado dos de julio a propósito de la herencia del neoliberal Sarkozy que “el peso de la deuda [francesa]es insostenible; el Estado dedica 50.000M de euros anuales a sus acreedores. Esta cantidad representa la primera partida de gasto, por encima de la enseñanza, y es mayor que las de investigación, justicia y seguridad juntas. ¡Es inaceptable!” A los problemas de Francia, su 90% de deuda sobre PIB y su sistema capitalista en el que el casi dos de cada tres euros de ese mismo PIB está en manos del Estado ya le dediqué un post, así que no volveré sobre ellos (aunque es bueno añadir que, de acuerdo con Alain Mathieu, los siete países del mundo con mayor peso del gasto público son Timor, Micronesia, Kiribati, Corea del Norte, Zimbabue, Cuba y … Francia, que a partir de 2013 será el segundo emisor de deuda pública del mundo, tras los Estados Unidos de América; y que su índice de competitividad internacional le sitúa en el puesto 128 de 142 países).
Pero hay algo que está muy claro: Francia es el gran tapado de la crisis de deuda; el propio Roubini se planteaba hace veinte días si Francia era un país más periférico que central. La caída de España por la inflexibilidad de las autoridades políticas y económicas europeas conllevará antes o después una caída de Francia. No piensen que nuestro nuevo amigo francés es todo virtud; de nuestra salida depende la suya.
Así pues, todo depende de nuestra salvación. La que pretenden nuestras autoridades, la que pretende también Francia, pasa entre otras por la mutualización de la deuda, tal y como recordó Roubini. Eso no es sino que quienes nos han prestado fondos a mansalva en el pasado y han comprado nuestra deuda para financiar nuestro desarrollo reconozcan que, de facto, son culpables de haberlo hecho.  Culpables de prestarnos para aeropuertos, autopistas, AVEs, cientos de hospitales, campus universitarios… infraestructuras todas ellas que claramente desafían la lógica del keynesianismo y que, como elementos de lucha contra el desempleo, han conseguido que nuestra tasa de paro sea la más alta de Europa.
Pero no me cabe duda que la salida de la crisis, que llegará, vendrá ciertamente por la vía que ellos invocan, sin hacer caso de la evidencia aportada por, entre otros,Alesina y Giavazzi, o la de los países bálticos que ya hemos tratado aquí. Por supuesto, ni por asomo podemos esperar de ningún político nacional en el gobierno o con opciones de gobernar una salida liberal a la crisis (recortando Estado, como no puede ser de otra manera, como la que mañana día 25 propondrá el Prof. Rallo);  y tampoco podemos esperar nada en ese sentido de Bruselas, formado por un conjunto de burócratas que viven del gasto público, como bien recordaba Müller el lunes. Roubini, tras plantear la importancia de las medidas de austeridad, pidió flexibilidad temporal en las mismas, aludiendo a la imposibilidad de mantener cinco años más la situación social. Así que al final llegará la ansiada solución por la vía que nos ha mostrado el amigo americano: imprimiendo o monetizando deuda, lo que los economistas monetaristas y neokeynesianos expresan con el eufemismo monetary easing.
El mantra keynesiano del hay que gastar para aumentar la demanda agregadaempleado también por Roubini, nos devolverá, por fin, al Matrix del que nunca debimos salir. De ahí la paradoja que he señalado antes: los malos de película, el Agente Smith y sus clones, están llevando a cabo una batalla contra ese Matrix. Como en la película, fracasarán. La presión de los Estados en situación límite, como España o Italia, y Francia con ellos, obligará a volver a la situación anterior. Se imprimirá de una forma u otra y se creará la falsa ilusión monetaria en la que hemos vivido tantos años. No resolverá el problema, obviamente, sino que invitaremos a la película al indeseable T-800: la inflación. Trasladaremos no ya a nuestros hijos el problema, sino a nuestros nietos. Pero, a diferencia de la cinta de Cameron, el Terminator no vendrá del futuro. Lo estamos construyendo hoy para destruir a quienes aún no han nacido."

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